Las caricias paternales manifiestan un amorosa protección respecto de los niños y resultan vitales para su bienestar. ¿Por qué es tan importante durante la niñez este íntimo contacto físico?
Todos experimentamos una necesidad instintiva de ser amados. Esta necesidad se revela especialmente en los niños y en los bebés que todavía no han aprendido la reserva social. Desde el momento de su nacimiento, cuando un niño abandona el calor y la protección de la matriz de su madre, responde a sus abrazos cariñosos y depende de ella para su supervivencia y para todas sus comodidades. un niño suavemente mecido en los brazos de su madre o de su padre se sentirá satisfecho y es posible que se quede dormido. además, los padres y especialmente las madres tocan frecuentemente a sus bebés de otra manera como, por ejemplo, cuando los bañan y les alimentan. La lactancia y la alimentación por biberón resultan muy placenteras tanto para la madre como para el bebé. En su vida de adultos, las personas tratan de recobrar estas sensaciones, chupando por ejemplo caramelos.
A los niños ya un poco mayores les gusta que les siente en el regazo de sus padres y que les cuenten un cuento o que jueguen con ellos haciéndoles cosquillas. Saben también que pueden correr a refugiarse en sus padres, siempre dispuestos a secarles las lágrimas o a vendarles una rodilla magullada. Cuando crecemos y nos desarrollamos sexualmente nuestros contactos con los padres y con otras personas se tornan cada vez más infrecuentes. Aprendemos los tabús respecto del tacto y de las zonas sexuales "Prohibidas" del cuerpo, pero muy en nuestro interior conservamos la necesidad infantil del contacto corporal que halla su expresión al hacer el amor.
También revelan amor y ayuda otro tipo de caricias como el poner un brazo en torno de los hombros de un amigo trastornado. Este contacto amoroso entre padres e hijos puede ser la base para alcanzar una relaciones plenas en la vida de adultos.
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