UN NUEVO CONCEPTO DE FORMACIÓN.
La formación entendida como acción permanente se ha consolidado en todas las actividades y sectores socioeconómicos; desde las industrias, los sercvicios, las profesiones liberales, las ofertas recreativas y los espacios culturales hasta el mundo de la vida doméstica. La aceleración tecnológica en el campo de la robótica, de la computación y en el ámbito de las comunicaciones ha obligado a muchas empresas a hacer importantes movimientos en sus departamento de personal y, aún así, muchos de sus empleados han quedado en la calle debido a caída de competitividad en su rendimiento profesional.
El aumento de la complejidad tecnológica que se desarrolla dentro del ámbito económico señala la necesidad de trabajar de forma interdisciplinaria, abriendo un terreno que la automatización hasta ahora reinante había mantenido cerrado. La formación es entonces un medio eficaz para dar respuesta a este nuevo escenario, de tal modo que el trabajo en equipo, la familiarización con técnicas y dinámicas diferentes de las propias áreas, el establecimiento de vías recíprocas de información y comunicación, la dirección de grupos y, por su puesto, cualificación tecnológica son los objetivos centrales de su propuesta.
La implementación de planes de formación contribuyen no sólo a la transmisión de los conocimientos estándares sino que son un medio privilegiado de cristalización y aprovechamiento de la experiencia, optimizando un saber hacer que los propios profesionales han ido construyendo en sus puesto de trabajo, al estar en contacto con procesos tan diversos como pueden ser los de organización, planificación, apoyo logístico, técnico o didáctico, en la elaboración de programas, etc.
Se trata entonces de hacer de la formación un recurso al servicio de las empresas y organizaciones. Para ello, se hace necesario que la empresa posea un programa de formación para sus empleados. Como en la actividad empresarial, también en éste debe existir una planificación previa, la evolución futura de la compañía será, como siempre, el factor determinante de los programas que se hayan de establecer. Por ejemplo, si se han previsto unos cambios tecnológicos radicales en los próximos años, será necesario crear unos programas que enseñen las nuevas tecnologías a los empleados, de modo que, al producirse la llegada de los nuevos sistemas, la planilla esté preparada para adoptarlos con sólo los necesarios reajustes.
En cambio, si la compañía está en expansión y lo único que va necesitar es que los empleados de mayor confianza ocupen los puestos directivos, habrá que establecer programas de enseñanza de las técnicas de dirección para los empleados con aptitudes para tales plazas. El análisis del potencial humano será necesario tanto en un caso como en otro. Concebido así el proceso de formación de la planilla, constituye una actividad constante dentro de la empresa. Sí ésta tiene la magnitud suficiente, está claro que hace existir un departamento especializado que se haga responsable de esta tarea. Si la empresa si es algo menor, esta función se puede integrar en el departamento de personal. Por último, en el caso de las pequeñas empresas, será la propia dirección la que se debe asumir la responsabilidad.
El aumento de la complejidad tecnológica que se desarrolla dentro del ámbito económico señala la necesidad de trabajar de forma interdisciplinaria, abriendo un terreno que la automatización hasta ahora reinante había mantenido cerrado. La formación es entonces un medio eficaz para dar respuesta a este nuevo escenario, de tal modo que el trabajo en equipo, la familiarización con técnicas y dinámicas diferentes de las propias áreas, el establecimiento de vías recíprocas de información y comunicación, la dirección de grupos y, por su puesto, cualificación tecnológica son los objetivos centrales de su propuesta.
La implementación de planes de formación contribuyen no sólo a la transmisión de los conocimientos estándares sino que son un medio privilegiado de cristalización y aprovechamiento de la experiencia, optimizando un saber hacer que los propios profesionales han ido construyendo en sus puesto de trabajo, al estar en contacto con procesos tan diversos como pueden ser los de organización, planificación, apoyo logístico, técnico o didáctico, en la elaboración de programas, etc.
Se trata entonces de hacer de la formación un recurso al servicio de las empresas y organizaciones. Para ello, se hace necesario que la empresa posea un programa de formación para sus empleados. Como en la actividad empresarial, también en éste debe existir una planificación previa, la evolución futura de la compañía será, como siempre, el factor determinante de los programas que se hayan de establecer. Por ejemplo, si se han previsto unos cambios tecnológicos radicales en los próximos años, será necesario crear unos programas que enseñen las nuevas tecnologías a los empleados, de modo que, al producirse la llegada de los nuevos sistemas, la planilla esté preparada para adoptarlos con sólo los necesarios reajustes.
En cambio, si la compañía está en expansión y lo único que va necesitar es que los empleados de mayor confianza ocupen los puestos directivos, habrá que establecer programas de enseñanza de las técnicas de dirección para los empleados con aptitudes para tales plazas. El análisis del potencial humano será necesario tanto en un caso como en otro. Concebido así el proceso de formación de la planilla, constituye una actividad constante dentro de la empresa. Sí ésta tiene la magnitud suficiente, está claro que hace existir un departamento especializado que se haga responsable de esta tarea. Si la empresa si es algo menor, esta función se puede integrar en el departamento de personal. Por último, en el caso de las pequeñas empresas, será la propia dirección la que se debe asumir la responsabilidad.