CONFIABILIDAD E INTEGRIDAD
Ser íntegro y ser responsable
Las personas dotadas de esta competencia
En el caso de la responsabilidad
• Actúan ética e irreprochablemente.
• Su honradez y sinceridad proporcionan confianza a los demás.
• Son capaces de admitir sus propios errores y no dejan de señalar las acciones poco éticas de los demás.
• Adoptan posturas firmes y fundamentadas en sus principios aunque resulten impopulares. En el caso de la integridad.
• Cumplen sus compromisos y sus promesas.
• Se responsabilizan de sus objetivos.
• Son organizados y cuidadosos en su trabajo.
El inventor de un producto nuevo y prometedor, un colchón neumático con cámara doble y que conserva perfectamente el calor corporal, cuenta cómo se entrevistó con un empresario que se había ofrecido a fabricar y comercializar el producto. A lo largo de la conversación, sin embargo, el empresario dejó escapar, no sin cierto orgullo, el comentario de que él nunca pagaba sus impuestos. ¿Cómo puede hacer eso? preguntó con incredulidad el inventor. Llevando una contabilidad paralela respondió jactanciosamente el empresario.
Entonces ¿cuál de las dos utilizará para registrar las ventas de mis colchones y así contabilizar los derechos que deberá pagarme? volvió a preguntar el inventor. Pero esta pregunta, obviamente, quedó sin respuesta. Se acabó el trato. La credibilidad se asienta en la integridad. Los trabajadores ''estrella" saben que, en el mundo laboral, la confianza consiste en permitir que la gente conozca nuestros valores, principios, intenciones y sentimientos, y en comportarnos en consonancia con ellos. Esas personas no ocultan sus errores y tampoco tienen ningún problema en señalar francamente los errores de los demás.
Una de las características distintivas de los trabajadores íntegros es la sinceridad, aun cuando se trate de manifestar sus propios sentimientos, un rasgo que contribuye a nimbarles del halo de autenticidad que les rodea. Por el contrario, quienes nunca admiten que han incurrido en un error o "exageran" acerca de un producto, de su empresa o de sí mismos, no hacen más que socavar su propia credibilidad.
La integridad la expresión abierta, sincera y coherente es uno de los rasgos distintivos de los trabajadores "estrella". Consideremos, por ejemplo, las personas que desempeñan su actividad en el campo de las ventas, un negocio que depende en buena medida de la capacidad de establecer relaciones y en el que el hecho de ocultar información decisiva, incumplir las promesas o ser incapaz de hacer frente a los compromisos mina la confianza que tan vital resulta para poder mantener la clientela. «Los jefes de ventas que han trabajado para mí y a los que he terminado despidiendo eran personas en quienes no se podía confiar —me dijo el vicepresidente de una sección de Automatic Data Processors En el campo de las ventas todo depende del intercambio mutuo. Yo te daré esto si tú me das eso. Se trata de una situación un tanto incierta en la que uno se ve obligado a creer en la palabra de la otra persona. En el campo de las finanzas, que tiene más de ciencia que de arte, las cosas está más claramente definidas, pero en el mundo de las ventas todo es tan difuso que la confianza resulta esencial.».
Douglas Lennick, vicepresidente ejecutivo de American Express Financial Advisors comenta: «Hay quienes tienen la impresión equivocada de que es posible triunfar engañando a la gente o presionándoles a comprar algo que no necesitan. Y, si bien eso puede funcionar en períodos cortos, a largo plazo siempre termina abocando al fracaso. Las cosas van mucho mejor cuando uno actúa con fidelidad a sus propios valores».
"Cuando el negocio es el negocio"
La conocí en un avión. Era mi compañera de asiento en un vuelo que se dirigía hacia el oeste. Charlamos durante un rato y al enterarse de que estaba escribiendo un libro sobre la importancia de las emociones en el mundo laboral no dudó en contarme su historia:
Nosotros nos ocupamos de efectuar controles de seguridad para la industria química poniendo a prueba los materiales que utilizan y la forma en que abordan peligros tales como la combustibilidad, verificando que sus procedimientos no infrinjan las normas federales de seguridad. Pero lo cierto es que a mi jefe no le importa demasiado si los informes son correctos; lo único que le interesa es terminar pronto. Su lema es «haz el trabajo tan rápido como puedas y cóbralo cuanto antes». Hace poco descubrí que los cálculos de una determinada obra estaban equivocados, de modo que tuve que rehacerlos.
Pero mi jefe me reprendió porque iba a tardar más de lo que él tenía previsto y, aunque yo sabía que mi jefe era un completo inepto, me vi obligada a obedecerle y a acabar el trabajo en casa. Nadie está contento con su modo de proceder. Entonces le pregunté por qué seguía soportando aquella situación, a lo que ella me respondió hablando de un traumático divorcio que la había obligado a hacerse cargo de sus dos hijos y afrontar una situación sumamente difícil.
Si hubiera podido, lo hubiese dejado. Pero necesitaba el trabajo. Hoy en día resulta tan difícil encontrar trabajo...
Y, tras un largo y reflexivo silencio, prosiguió:
- Él es quien firma todos los proyectos y, si bien esto me molestaba al comienzo porque era él quien se llevaba todos los laureles, ahora me alivia. No quiero que mi nombre figure en estos proyectos porque no tengo la seguridad de que las cosas se hagan adecuadamente. Por el momento no ha habido ningún accidente, como incendios o explosiones, pero no me cabe duda de que algún día ocurrirá algo así.
- Pero ¿no debería, entonces, hacer algo al respecto, como, por ejemplo, denunciar lo que está ocurriendo?
- A veces he pensado en ello, pero no puedo hacerlo porque en mi contrato hay una cláusula de silencio. Para ello tendría antes que abandonar la empresa y luego poder demostrar mis afirmaciones en los tribunales, lo cual sería una auténtica pesadilla.
Cuando nuestro avión se preparaba para el aterrizaje, la mujer parecía simultáneamente aliviada y nerviosa por lo que acababa de revelarme, tan nerviosa que ni siquiera quiso decirme cómo se llamaba ni cuál era el nombre de su empresa. No obstante, tomó nota de mi nombre y número de teléfono, diciéndome que tenía más cosas que contar y que ya me llamaría. Pero nunca lo hizo. La Ethics Officers Association encargó una investigación sobre 1.300 trabajadores de todos los niveles en empresas estadounidenses, efectuando el sorprendente hallazgo de que más de la mitad admitieron haber llevado a cabo en algún momento práctcas poco éticas.
Para la mayor parte de las personas, los quebrantamientos menores de la confianza o de los códigos éticos como llamar al trabajo alegando estar enfermo o apropiarse de algún suministro del almacén de la empresa parecen carecer de importancia. Pero el 9% admitieron haber mentido o engañado en alguna ocasión a un cliente, el 6% reconoció haber falseado informes o documentos, un 5% admitió haber mentido a sus superiores sobre cuestiones importantes o haber ocultado información crítica y un 4% admitió haberse arrogado el protagonismo de una idea o un trabajo ajenos. Sin embargo, algunas de las infracciones eran muy serias: el 3% había infringido las normas de derechos de autor o de software, el 2% había llegado a falsificar el nombre de alguien en un documento y, por último, el 1 % había rellenado con información falsa los formularios de la declaración de renta.
Por otro lado, un estudio efectuado con contables que trabajaban en una de las firmas norteamericanas más importantes sacó a relucir que una de las cualidades que distinguían a estas personas era una virtud que podríamos llamar "osadía", una cualidad que les llevaba a defender a sus clientes ante las presiones de su propia empresa. Y los mejores de todos ellos tenían el valor de rebelarse incluso contra una ostensible resistencia de su empresa arriesgándose a perder algún negocio al insistir en que se hiciera lo correcto, una postura que requiere, en suma, una integridad y confianza en sí mismo a toda prueba. (Pero este descubrimiento tiene una doble vertiente porque, si bien unos pocos contables muestran esta clase de atrevimiento, la mayor parte, en cambio, carece de ella.)
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